
Humo. Frío y sol ¡Solo esto!, ¡y ni siquiera esto! Ahora el murmullo lejano del río ¡Un totum revolutum sin forma definida ni comienzo ni final!
Fresquito en las fosas nasales y frio en la punta de los dedos que sujetan el bolígrafo. Aliento caliente en la punta de los dedos.
Las ramitas más altas del gran nogal de allí enfrente, todavía sin hojas, cosquillean en un altísimo cielo pero que, aquí y ahora, resulta inseparable de ellas e inseparable de este papel. Todos, amantes aquí y ahora. Nada aquí y nada allí, nada arriba y nada abajo, nada antes, nada después y nada ahora.
Se une a todo este festín de impresiones un pajarillo que escribe en el aire con su vuelo exactamente las mismas palabras que este bolígrafo en el papel.
El gran nogal me ofrece, para beber, su naciente savia que sube por el tronco y por las ramas ¿Quién dice que no la veo y que no me la bebo y me la integro? ¡Aparece en mi imaginación tan real o irreal como si ese gigantesco nogal, tan sólido aparentemente, llorara su savia real directamente sobre mi cara!
Las prímulas, apenas nacientes, y las flores de los árboles, sin apremio y sin tardanza, sin tiempo, se autoinvitan al festín, aunque nunca estuvieron ausentes. Hoy son flores y mañana serán frutos deliciosos, pero para mí, aquí y ahora, son, a la vez, tanto las flores de hoy como el fruto de mañana formando parte de un único festín.
Aparece lejanamente un águila volando en amplios círculos que evocan, en mí, arrobadas contemplaciones infantiles. Tanto el águila como las evocaciones quedan incorporadas al menú.
Hace más de medio siglo, sofocado por el sol de verano, rodaba yo por esa pradera que ahora despunta de verde y fresca primavera. Y ahora ingiero también este recuerdo como de niño absorbía el frotar de mi cuerpo con su hierba.
¿Será todo esto una añoranza del pasado? ¡No! ¡Es un festín aquí y ahora! ¡Un festín de hojas, de pájaros y sentimientos, de recuerdos, añoranzas e imaginaciones, de formas…!
¡Y cada parte de mi cuerpo me resulta apetecible también! ¡Incluida la propia boca que come y el propio estómago que lo integra todo, hasta el punto de que a sí mismo se come!
Desaparecen, así, comida y comedor en sus fauces infinitas…
¿Se apagará la inspiración, o me permitirá seguir escribiendo? Veo también inspiradora la falta de inspiración, que se transforma, por tanto, en otro alimento más para este festín.
¿Estoy saciado ya? ¡Como aun siento hambre, me como hasta mi propia hambre! ¡Bravo! ¡Es un festín sin fin! ¡Veo que ya nunca tendré hambre! ¡Siempre podré comerme lo último que aparezca aquí y ahora mientras siga vivo!
Quizás te preguntes si estaban sabrosas, insípidas, o amargas las mil cosas que comí. No podría responderte porque también me comí la sabrosura, la insipidez y la amargura, y, aquí y ahora, solo puedo degustar, en todo, un mismo y único sabor sin nombre.